Tokio, 6 mar (PL) Cuando pusimos rumbo hacia la capital de Japón para la cobertura del IV Clásico Mundial de béisbol, pensábamos en el Tokio Dome solo como el escenario de la competencia, pero nada más lejos de la realidad.
Los japoneses, con sus tradiciones eclécticas y su exquisita cultura milenaria, idearon una instalación techada que fuera más allá del deporte mismo y convirtieron el hogar de los Gigantes de Yomiuri en un centro de atracciones, multipropósito, por supuesto de primer mundo.
En marzo de 1988 cobró vida esta meca de las bolas y los strikes, y desde entonces se sucedieron los hechos históricos, fantásticos, de todo tipo, de esos que hacen trascender una comarca en tiempo y en espacio, de esos que dejan boquiabierto a cualquier forastero curioso.
Allí dieron sendos conciertos Michael Jackson, Paul McCartney, Mick Jagger y Madonna; en ese espacio tocó la banda Gunâ€Ös and Roses; el Tokio Dome acogió partidos de las Grandes Ligas de Estados Unidos; varios artistas de renombre expusieron sus obras en sus salones; y también quedó para siempre como el enclave majestuoso del Salón de la Fama del béisbol nipón.
Nunca está de más recordar además que el fantástico recinto acogerá el Clásico por cuarta vez, tras haber servido de sede en 2006, 2009 y 2013.
Pero el estadio como tal es apenas una parte del todo, es una pequeña porción de la Ciudad Tokio Dome, en cuyo corazón hay un enorme parque de diversiones -la montaña rusa está bestial-, restaurantes, bares, tiendas, casas de apuestas, una bolera y el impactante complejo LaQua, un oasis de relajación para los tokiotas.
Y para colmo de opulencia también está el hotel Tokio Dome, uno de los emblemas de esta ciudad futurista, limpia, deslumbrante, alta y seductora.
Ver cada mañana todo ese fabuloso mundo desde la ventana misma de la habitación será algo inolvidable. Todos los días de la vida no se tiene la posibilidad de amanecer con el Tokio Dome a la distancia de una mirada. Es como hacer realidad cualquier sueño de ciencia ficción.
Y pensar que al principio le llamaban «El gran huevo». Por suerte, el apodo decayó y la majestuosidad se impuso.
Desde mañana el Tokio Dome pondrá al béisbol en el centro de su agenda. Cuba y Japón disputarán el partido de apertura del grupo B del Clásico Mundial, un manjar para chuparse los dedos en un escenario imperial.